Siempre fui de los que iban a la deriva en la vida. No tenía grandes aspiraciones, nunca supe qué quería estudiar ni a qué dedicarme. Terminé la ESO porque no me quedaba otra, pero después de eso, nada me llamaba la atención. No tenía intención de trabajar, y cada vez que me preguntaban por mi futuro, respondía con evasivas. Al final, acabé refugiándome en la tecnología. Pasaba horas y horas pegado al ordenador, al móvil o a la consola. Mi vida giraba en torno a las pantallas y poco más.
Sin darme cuenta, la gente de mi alrededor empezó a quejarse de mí. Que si no hacía nada productivo, que si estaba todo el día encerrado, que si tenía que pensar en mi futuro. Pero lejos de motivarme, eso solo me hacía querer aislarme más. Me refugié aún más en internet y, sin pensarlo demasiado, me volví un experto en perder el tiempo navegando por Pinterest y YouTube. Hasta que un día, algo me hizo clic en la cabeza.
Revisando las carpetas donde guardaba imágenes y vídeos, me di cuenta de que la mayoría eran tutoriales de manualidades: encuadernación de libros, pintura, muebles de madera, esculturas con arcilla… ¿Y si mi vocación siempre había estado ahí y no lo había visto? Así que decidí probar.
Mis primeros proyectos y el descubrimiento de mi pasión
Al principio, fue un experimento. Compré algunos materiales básicos y seguí unos tutoriales sencillos. Lo primero que hice fue un cuaderno encuadernado a mano. No era perfecto, pero me sentí increíble al ver algo tangible hecho por mí. Luego probé con pinturas en madera, un par de pequeñas esculturas, y poco a poco me fui enganchando. Al principio me frustraba cuando algo no salía como en los vídeos, pero con cada intento mejoraba y aprendía algo nuevo. Experimenté con diferentes tipos de papel para las encuadernaciones, probé con tintes y barnices para la madera, e incluso me animé a probar la resina epoxi para hacer pequeños detalles decorativos. Cada proyecto era un reto que me aportaba mucha satisfacción personal.
Era todo tan diferente de navegar por internet. A pesar de que aprendía mucho viendo vídeos y me distraía, una sensación de amargor y vacío siempre acababa asentada a mi estómago. Pero, en cambio, cuando me ponía a hacer las cosas yo, era completamente distinto. Era como si ese vacío se llenara, como si saciara una especie de hambre en mi interior. A parte, me traía mucha paz, al contrario del amargor que me proporcionaba el estar sin hacer nada.
El proceso de crear con mis manos era algo que nunca había experimentado. Me relajaba, me hacía sentir útil y, por primera vez, tenía una motivación real para hacer algo. Lo mejor de todo es que no se me daba mal. Me sorprendía viendo cómo mi técnica mejoraba con cada pieza que terminaba. Empecé a regalar algunas de mis creaciones a familiares y amigos, y sus reacciones fueron tan buenas que me animé a dar un paso más. Sus comentarios me ayudaron a ganar confianza en lo que hacía y, poco a poco, comencé a pensar que tal vez podía convertir esta afición en algo más grande.
De una simple afición a abrir mi propia tienda online
Después de varios meses practicando y mejorando mis técnicas, pensé en vender mis creaciones. Al principio, la idea me daba miedo, si os soy sincero. No tenía ninguna experiencia con negocios, nunca había vendido nada y, la verdad es que no sabía ni por dónde empezar. Pero investigué y me di cuenta de que cada vez había más gente dedicándose a esto. Descubrí que existían plataformas como Etsy y tiendas online especializadas en productos artesanales, lo que me dio la confianza para intentarlo. También vi que muchos emprendedores compartían su experiencia en redes sociales, lo que me ayudó a entender cómo funcionaba el mercado.
Las manualidades estaban viviendo un auténtico boom. Cada vez más personas buscaban productos artesanales, hechos a mano y personalizados. Vi que había mercado y que, con la estrategia correcta, podía encontrar mi lugar en él. Así que decidí abrir mi propia tienda online de manualidades. Me tomé mi tiempo para investigar qué tipos de productos eran más populares y cómo diferenciarme de los demás. Aprendí sobre precios, materiales, envíos y empaque para ofrecer algo profesional. Así que diseñé un pequeño catálogo inicial y comencé a vender mis primeras piezas. Con cada pedido que llegaba, mi confianza aumentaba y me convencía más de que este era el camino correcto.
Encontrando materiales y herramientas
Uno de los primeros problemas con los que me topé fue encontrar materiales de calidad a buen precio. Al principio compraba en tiendas locales, pero pronto descubrí que me salía más rentable comprar en tiendas especializadas en internet, aparte de ahorrarme calentamientos de cabeza. Fue así como di con Artespray, una tienda online con todo tipo de materiales para manualidades. Ahí encontré pinturas, pinceles, papeles especiales, adhesivos y todo lo que necesitaba para mis proyectos.
Me di cuenta de que contar con tiendas de internet, no solo me beneficiaba en el precio, sino en la variedad. En las tiendas físicas muchas veces no encontraba lo que necesitaba o tenía que conformarme con materiales de calidad media. En cambio, en tiendas especializadas online podía elegir entre un sinfín de opciones, leer opiniones de otros compradores y asegurarme de que estaba adquiriendo lo mejor para mis creaciones.
La elección de buenos materiales marcó mucho la diferencia. Me di cuenta de que no solo facilitaban el trabajo, sino que también marcaban la diferencia en el acabado final. Si quería destacar, tenía que ofrecer productos de calidad. Un buen papel en un cuaderno encuadernado a mano hacía que la experiencia de escritura fuera mucho más agradable. Una pintura de calidad en una caja de madera personalizada realzaba cada detalle. Por eso, poco a poco fui aprendiendo a seleccionar las mejores herramientas y materiales para asegurarme de que cada pieza que hacía fuera especial.
En qué me enfoqué y cómo destaqué entre la competencia
Al principio, intenté abarcar demasiado: encuadernación, pintura, muebles en miniatura, bisutería… Pero pronto me di cuenta de que necesitaba especializarme. Lo que más disfrutaba era la encuadernación artesanal y la personalización de objetos de madera, así que decidí enfocarme en eso. Empecé a hacer cuadernos personalizados con tapas pintadas a mano y cajas de madera decoradas con técnicas de decoupage.
En este mundillo, hay muchísima competencia, así que destacar no es fácil. Me di cuenta de que era fundamental ofrecer algo que los demás no tenían: piezas totalmente personalizadas y con una presentación impecable. No solo me preocupé por la calidad de mis productos, sino también por cómo los presentaba y los vendía.
Para destacar entre la competencia, me aseguré de cuidar cada detalle: desde la presentación del producto hasta la atención al cliente. Creé una cuenta en Instagram donde mostraba el proceso de creación de mis piezas y compartía contenido interesante sobre manualidades. También hice una pequeña web donde explicaba mi historia y el valor de los productos artesanales. Compartir mi historia personal ayudó a que la gente se sintiera conectada con mi trabajo, y eso generó confianza en mis clientes.
Otra idea que tuve fue la personalización. Ofrecía la posibilidad de hacer encargos a medida, con nombres grabados, colores específicos y detalles únicos. Eso me ayudó a diferenciarme y a atraer clientes que querían regalos especiales y diferentes a los de las tiendas convencionales. Además, aprendí sobre packaging y cómo una buena presentación podía hacer que mis creaciones fueran aún más atractivas. Cada vez que enviaba un pedido, me aseguraba de que la experiencia de abrirlo fuera tan especial como el producto en sí.
Con el tiempo, también me di cuenta de la importancia de escuchar a mis clientes. Muchos me pedían productos personalizados que no había pensado hacer, y gracias a eso amplié mi catálogo con nuevas ideas. No solo estaba vendiendo manualidades, sino que estaba construyendo un pequeño negocio que creció gracias a la pasión y el esfuerzo que ponía en cada pieza.
Más feliz que nunca al haber encontrado mi vocación
Si me hubieran dicho hace unos años que terminaría viviendo de hacer manualidades, me habría reído en su cara. Pero aquí estoy, más feliz que nunca y con una tienda online en crecimiento. No solo encontré algo que me apasiona, sino que además descubrí que todo ese tiempo en internet no fue en vano. Gracias a los tutoriales y a la información que fui absorbiendo sin darme cuenta, pude aprender un montón de técnicas que ahora utilizo en mi día a día.
Sé que esto es solo el principio. Cada día aprendo algo nuevo y veo cómo mejorar mis productos y mi negocio. Pero lo más importante es que, por fin, siento que tengo un propósito. Ya no soy el chico que no sabía qué hacer con su vida, sino alguien que encontró su camino en el mundo de las manualidades. Y eso, sin duda, es lo mejor que me ha pasado en la vida.