Creo que no hay nada más tradicional que pedir un vino en un bar y beberlo. Así lo hacían nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos y así puede seguir has remontarme a tiempos muy pretéritos. Ahora bien, el gesto es el mismo. Botella, vaso y beber. Sin embargo, lo que ha cambiado, y mucho, es el proceso hasta llegar a esa botella. Y es aquí donde ha tenido mucho que ver la tecnología.
Como te digo, durante siglos, el arte de hacer vino ha sido una tradición donde se unían muchas variantes, muchas de ellas tradicionales. Sin embargo, en las últimas décadas, la tecnología ha servido para revolucionar este proceso. Ahora se ha producido un cambio, que va desde la fermentación hasta la llegada de la botella al consumidor final. Hoy, la innovación se ha convertido en una aliada inseparable del vino.
Aunque no quieran, ambas están obligadas a ir de la mano. Esos viejos puristas del vino, pueden seguir apostando por la tradición, pero en algún momento del proceso, como te vamos a demostrar ahora, van a tener que echar mano de las nuevas tecnologías.
Del campo a la bodega
Esto no ha cambiado, el objetivo final es llevar la uva a la bodega, ahora bien, todo ha cambiado. Todo comienza en el viñedo, donde los sensores de humedad, drones y análisis por imágenes satelitales permiten a los viticultores tomar decisiones más informadas sobre riego, poda y cosecha. Esto hace que las uvas lleguen en el momento óptimo de maduración.
Ahora bien, una vez que estamos dentro de la bodega. Uno de los avances más notables lo tenemos en los depósitos de fermentación. Tradicionalmente hechos de madera o cemento, hoy en día muchas bodegas utilizan depósitos de acero inoxidable con control automatizado de temperatura y oxigenación, así nos los confirman desde Boada Tecnología, una empresa especializada en la comercialización, innovación y fabricación de maquinaria y depósitos para la elaboración de vinos, espumosos y otras bebidas.
“Hemos podido instalar almazaras con producciones que van desde 50 hasta 3.000 kg/hora, que trabajan en frío y en continuo, y por ello se pueden realizar grandes cantidades en un día y obtener un aceite aromático manteniendo al máximo sus propiedades”, nos aseguran para confirmar la evolución que ha tenido este sector en los últimos años.
Algunos tanques incluso incluyen sistemas de agitación automática o microoxigenación controlada, que permite al enólogo jugar con la estructura y suavidad del vino. Así todo está controlado.
Las líneas de embotellado modernas también han cambiado mucho. Ahora mismo combinan velocidad, limpieza y precisión. Así, lo que podemos ver son máquinas de llenado al vacío que reducen la oxidación al mínimo, evitando así que el caldo sufra variaciones. Ahora también existen sistemas de cámaras inteligentes que inspeccionan cada botella para garantizar que no haya defectos, y es que la perfección se ha convertido en la máxima. Por último, ya es habitual ver en las bodegas robots de etiquetado y encajado que pueden procesar miles de botellas por hora.
Además, gracias a la tecnología blockchain o códigos QR inteligentes, muchas botellas permiten al consumidor escanear una etiqueta y conocer todo el recorrido del vino. Es como conocer toda la vida de esa botella, desde el día que se recogieron las uvas hasta que ha llegado al restaurante donde te la estás bebiendo.
EL mundo del vino no es ajeno a los nuevos tiempos, y en concreto a la sostenibilidad. La automatización también ha permitido reducir el consumo de agua, energía y productos químicos, haciendo la industria más sostenible. Al mismo tiempo, la personalización, como son los vinos creados a medida mediante plataformas online, apunta a un futuro donde la experiencia del vino será tan única como cada paladar.
Al final, el consumidor lo que va a notar es que hay más transparencia y conexión con el origen del producto, a través de tecnologías de trazabilidad. Es tan sencillo como tener la posibilidad de acceder a vinos que antes solo estaban disponibles localmente, gracias a mejoras en la conservación y distribución. Y esto supone un cambio, pero también retos y desafíos.
Como has podido comprobar, la tecnología no ha reemplazado al enólogo, para nada, lo que ha hecho es darle más valor. Yo tengo claro que la esencia del vino sigue siendo la misma. Esa que siempre tenía en la mente nuestro abuelo, se trata de una historia contada por la tierra, el clima y la mano humana. Pero ahora, esa historia puede contarse con más claridad, sostenibildad y tranquilidad.